Pocos sitios en la Ciudad de México logran volverse una tradición de fin de semana, un lugar al que sabes que puedes ir si quieres ver a una buena banda en vivo o bien, por unos tragos. El Pasagüero, ubicado en el Centro Histórico, ha logrado colocarse como una gran opción para los capitalinos que buscan buena música y espacios alternativos para la vida nocturna.

Luego de un periodo de obras que incluyeron la acertada opción de cambiar la molesta barra que se encontraba en medio del lugar a unas laterales, y la alianza con el restaurante y bar La Bipolar, el Pasagüero finalmente abrió sus puertas este fin de semana con dos grandes conciertos.

Silverio fue el que partió mesa con un Pasagüero a reventar. El escenario parecía un ring con consolas, en el que “su majestad imperial” esquivaba los hielos que la gente le aventaba, y es que, por más extraño que suene, el insultar a Silverio resulta parte del show: ¡Bailen bola de aborígenes!, gritaba Silverio incitando al público que apenas podía moverse entre apretones.

Al día siguiente, en el Pasagüero no cabía ni un alma… Lost Acapulco fue el encargado de abarrotar la segunda noche del recién estrenado lugar, algo nada complicado para ellos. Y es que las actuaciones de Lost Acapulco son míticas: enmascarados surfeando olas de gente, mientras que otros bailan entre sudor y apretones.

Pasagûero un centro cltural que que aparecece como la válvula de escape para todas las manifestaciones artisticas de su tiempo, la remodelacion del lugar estuvo a cargo del diseñador industrial Eduardo Olivares quien construyó un espacio que se podia transformar en alegría, en sala de conciertos, en bar, en teatro, en si un sitio de usos multiples.